Ecografía en paro cardíaco: la imagen que guía decisiones durante la reanimación
El ultrasonido dejó de ser solo diagnóstico. Hoy guía decisiones, predice pronósticos y puede evitar que interrumpamos sin sentido.
El corazón se veía “detenido”. Pero no lo estaba.
Durante años, aprendimos a tomar decisiones en el paro cardíaco con base en una sola fuente:
el monitor.
Ritmo desfibrilable o no desfibrilable.
Pulso presente o ausente.
Asistolia, fibrilación, PEA.
Pero hoy sabemos que ver la línea plana no siempre significa que el corazón está realmente quieto. Y tampoco que está muerto.
En muchos pacientes con pseudo-PEA, la actividad eléctrica no genera un pulso palpable, pero sí hay contracción miocárdica. Tal vez débil, tal vez insuficiente… pero viva.
Y si esa contracción está ahí, la decisión de seguir reanimando puede cambiarlo todo.
Es aquí donde la ecocardiografía —tanto transtorácica (TTE) como transesofágica (TEE)— deja de ser una herramienta diagnóstica secundaria para convertirse en algo más: una guía para tomar decisiones clínicas en tiempo real.
En esta edición, nos basamos en el artículo “Echocardiography in Cardiac Arrest: Incremental Diagnostic and Prognostic Role during Resuscitation Care” publicado en Diagnostics (2024), donde se revisa el valor del ecocardiograma durante el paro y en la fase post-RCE. La revisión es clara: ver el corazón puede decirnos más que cualquier algoritmo.
Este texto no busca enseñarte a hacer ecocardiografía avanzada.
Busca algo más urgente: que no tomes decisiones en ceguera… cuando podrías estar viendo todo en tiempo real.
Porque en medio del paro, cuando el monitor calla, el corazón puede estar hablando. Solo hay que mirar.
Lo que sí puede mostrar el eco (y el monitor no)
El electrocardiograma puede mostrar ritmo.
Pero solo el ecocardiograma puede mostrar contracción.
Esa es la diferencia crítica que destaca la revisión publicada por Mauriello et al. en Diagnostics (2024). Y en el paro, esa diferencia puede significar la vida o la muerte.
Durante la reanimación, el ecocardiograma —especialmente si se aplica con enfoque POCUS— permite:
Detectar actividad mecánica oculta (pseudo-PEA), que puede justificar la continuidad de la RCP o incluso la escalada a ECMO.
Diferenciar asistolia verdadera de fibrilación fina, algo que el ECG no siempre logra con claridad.
Visualizar causas reversibles de paro como taponamiento, trombos en tránsito, hipovolemia severa o neumotórax a tensión.
Confirmar o ajustar la posición de las manos si la compresión se está aplicando sobre el tracto de salida en lugar del ventrículo izquierdo (esto es especialmente factible con TEE).
Además, la presencia (o ausencia) de contracción puede orientar decisiones cruciales:
➡️ Si el corazón aún se mueve, hay esperanza.
⛔ Si no se observa ningún movimiento, la decisión de suspender maniobras puede estar mejor sustentada.
En el estudio citado, el uso de TEE durante la RCP modificó el diagnóstico en el 41% de los casos y permitió la identificación inmediata de causas potencialmente tratables. Todo esto sin interrumpir compresiones.
Incluso sin TEE, una ventana subxifoidea transtorácicoa puede brindar una visión clara y sin pausas.
Es una herramienta que no exige detener, sin ver mientras actuamos.
La clave es dejar de reanimar “por tiempo” y comenzar a hacerlo por señales fisiológicas reales.
👉 El monitor te dice qué ritmo hay.
👉 El eco te dice si el corazón quiere seguir jugando.
Después del pulso: el eco que guía y anticipa
Lograr el RCE no es el final de la reanimación. Es solo el comienzo de una nueva fase…
la estabilización post-paro.
Y aquí, el ecocardiograma vuelve a ser protagonista.
Según el artículo de Mauriello et al. (2024), el uso temprano de ecografía en esta etapa permite no solo identificar la causa del paro, sino también monitorear la respuesta hemodinámica en tiempo real, detectar complicaciones ocultas y anticipar evolución clínica.
🔍 ¿Qué puede mostrar el eco después del RCE?
Disfunción ventricular post-paro (PAMD):
Hasta el 60% de los pacientes desarrollan disfunción sistólica reversible en las primeras 24–48 h. El eco permite distinguir entre un corazón que necesita soporte y uno que aún no ha despertado.Diferenciar isquemia vs. miocardiopatía de estrés:
Segmentos hipocinéticos apicales con base preservada pueden sugerir un patrón tipo Takotsubo, especialmente si hay catecolaminas elevadas.Evaluar precarga, congestión y respuesta a fluidos:
Con parámetros como VTI del tracto de salida, diámetro de VCI, colapsabilidad y el VExUS score, el eco ayuda a decidir si seguir hidratando o iniciar soporte vasopresor.Estimar resistencias pulmonares o sistémicas:
Útil para ajustar ventilación y vasodilatadores.Detectar complicaciones de la RCP:
Fracturas costales, taponamiento secundario, sangrado intraabdominal o neumotórax oculto.
📈 Y también pronóstico…
La presencia de disfunción diastólica (E/e’ > 14), fracción de acortamiento del ventrículo derecho baja (<35%) o falta de mejoría en la FEVI a las 48–72 h post-RCE se asocian con peor evolución.
Pero ojo: no se trata de usar el eco como sentencia, sino como herramienta de seguimiento dinámico. Como bien plantea el artículo, lo que predice la evolución no es la FE inicial…
sino cómo cambia con el tiempo.
👉 En resumen:
El eco no solo ayuda a saber por qué cayó el paciente,
sino qué tan bien se está levantando.
Y en quirófano… ¿por qué no estamos mirando?
El quirófano es, paradójicamente, uno de los entornos más monitorizados de la medicina…
y al mismo tiempo, uno donde más veces reanimamos sin mirar.
Durante una crisis intraoperatoria, tenemos acceso inmediato a ECG continuo, capnografía, presión arterial invasiva, gases arteriales, monitoreo neurológico… y sí, en muchos casos, también a un ecógrafo.
Entonces, ¿por qué seguimos decidiendo si continuar, desfibrilar o suspender maniobras solo con base en la curva del monitor?
El artículo de Mauriello et al. (2024) plantea que el uso de ecocardiografía —especialmente transesofágica— debería ser estándar en escenarios donde ya tenemos acceso a la vía aérea, equipo y manos entrenadas.
Y el quirófano cumple con todo eso.
💡 Lo que el eco puede aportar en sala de operaciones:
Durante el paro:
Ver actividad mecánica (pseudo-PEA).
Evitar desfibrilar asistolia mal diagnosticada.
Detectar taponamiento, trombos, hipovolemia quirúrgica, compresión del tracto de salida izquierdo.
Durante las compresiones:
Con TEE, se puede ajustar el punto de compresión para que realmente impacte el VI y no la aorta.
Después del RCE:
Monitorear respuesta hemodinámica en tiempo real.
Anticipar disfunción ventricular post-ROSC.
Confirmar perfusión adecuada antes de salir de quirófano.
🎯 En cirugía cardíaca, abdominal, neuro o trauma…
el ultrasonido no debería ser el “recurso extra” que se pide a último momento.
Debería estar preparado y pensado como parte del protocolo de crisis.
Porque si algo nos ha enseñado la reanimación moderna es esto:
la vida no siempre vuelve con el pulso…
a veces, primero se asoma en el ecógrafo.
🧠 Hasta aquí, lo técnico.
Lo que sigue es lo que realmente importa:
Los 5 mensajes clave que no deberías olvidar en tu próxima reanimación.
Una reflexión personal sobre por qué mirar el corazón —incluso cuando parece que ya no hay nada— puede cambiarte la forma de practicar para siempre.
Y un espacio para compartir: ¿tú qué haces cuando el monitor no te da respuestas?
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