Adrenalina y Paro Cardíaco — Un Siglo de Supuestos
🟩 Parte I: “La molécula milagrosa” (1905–1969)
…Un perro anestesiado, un corazón detenido, y una aguja cargada con una sustancia recién aislada…
Así comienza, en 1905, la historia de la adrenalina como agente de reanimación. Aquel día, George Crile y William Dolley conectaron lo que parecía una simple coincidencia fisiológica: al inyectar una solución de adrenalina directamente en el corazón, el animal recuperaba la circulación. Nacía una hipótesis poderosa, casi milagrosa… pero también nacía un mito.
En ese entonces, no existía el concepto de “ensayo clínico controlado”, ni el término “neuroprotección”, y mucho menos la preocupación por el desenlace neurológico de los sobrevivientes de un paro. Solo se buscaba que el corazón volviera a latir. Y la adrenalina, en apariencia, lo lograba.
Lo que siguió fue un siglo entero de prácticas médicas basadas en observaciones animales, creencias extrapoladas y una enorme inercia clínica.
De los experimentos con perros a la adopción acrítica en medicina humana: así comenzó el siglo de la adrenalina sin ensayos clínicos.
🧠 Esta serie de TRES artículos nace con una sola intención: entender cómo llegamos aquí.
En este primer capítulo, exploraremos el origen de la adrenalina como medicamento: desde su descubrimiento como hormona, hasta los experimentos con masaje cardíaco abierto, la dosis arbitraria de 1 mg, y su inclusión no cuestionada en los primeros protocolos de reanimación.
En la Parte II nos adentraremos en la evidencia acumulada entre 1970 y 2010: cuando la comunidad científica empezó a notar que, si bien la adrenalina ayudaba a recuperar el pulso, NO mejoraba lo que realmente importaba: la supervivencia significativa.
Y finalmente, en la Parte III, analizaremos los ensayos contemporáneos más robustos —como el PARAMEDIC2—, las posturas actuales de ILCOR y el American Heart Association, y la creciente duda sobre si deberíamos seguir usándola como lo hacemos hoy.
Este no es solo un recorrido histórico. Es un llamado a la reflexión sobre qué prácticas repetimos sin cuestionar, cuántas decisiones clínicas están sostenidas por tradición más que por evidencia, y si es posible —al fin— tomar decisiones más fisiológicas, más humanas, y menos automáticas en medio del paro cardíaco.
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