Adrenalina en la reanimación: entre mito y realidad
Análisis histórico, aplicación clínica y revisión de un estudio reciente en modelos porcinos
La adrenalina se ha considerado durante décadas un pilar en la reanimación cardiopulmonar (RCP). Sus orígenes y la forma en que se incorporó a los protocolos actuales tienen un trasfondo histórico amplio, pero también han generado debates sobre su verdadero impacto en la supervivencia y la recuperación neurológica tras un paro cardíaco.
A continuación, se presenta una visión unificada que aborda su surgimiento, su adopción en la práctica clínica y las controversias más recientes, para culminar con la revisión de un importante estudio en modelos porcinos y unas reflexiones finales que incluyen una opinión personal sobre el tema.
ORÍGENES E IMPORTANCIA INICIAL
Los primeros indicios sobre la utilidad de la adrenalina en la RCP datan de inicios del siglo XX, cuando Crile y Dolley llevaron a cabo en 1905 experimentos con caninos, demostrando que la administración de esta sustancia podía restaurar la circulación espontánea tras un paro inducido (Belda-Hofheinz y Gómez-de-Quero, 2024). Décadas más tarde, Pearson y Redding refinaron la dosis y la vía de administración, también en perros con paro cardíaco inducido, concluyendo que la adrenalina (entonces llamada epinefrina) “es de gran beneficio para restaurar la circulación espontánea” (1).
El pasado de la adrenalina define su presente, pero su futuro depende de la evidencia más reciente.
Estos hallazgos aparecieron en un momento decisivo para la ciencia de la resucitación, pues se convirtieron en la piedra angular sobre la que se construyeron los primeros manuales de Soporte Vital Cardiovascular Avanzado (ACLS). Ya en 1974, la dosis de 1 mg definida en estudios experimentales se incluyó casi de forma literal en la edición inicial de estas guías (2) y, con ligeras variaciones, ha permanecido hasta nuestros días (3). Pese a los beneficios observados en la restauración de la circulación, desde el principio se albergaban dudas sobre los posibles efectos adversos de las dosis altas y repetidas de adrenalina, especialmente en términos de disfunción miocárdica y peor pronóstico neurológico (3).
HACIA UNA PRÁCTICA SISTEMÁTICA
La inclusión formal de la adrenalina en los protocolos de reanimación convirtió su uso en una práctica prácticamente universal. La premisa fundamental era que, al aumentar la presión arterial y la perfusión coronaria, se facilitaba el retorno de la circulación espontánea (RCE) (Belda-Hofheinz y Gómez-de-Quero, 2024). Durante décadas, esta aproximación se transmitió a generaciones de profesionales de la salud a través de cursos de ACLS y otros programas de formación.
¿Cuándo la adrenalina se convierte en aliada y cuándo en un obstáculo?
Sin embargo, las observaciones clínicas y experimentales posteriores pusieron de manifiesto que la adrenalina también conlleva riesgos. Ya en la fase de experimentos iniciales se observaron consecuencias negativas de su uso repetido: daño miocárdico, un peor estado neurológico y un pronóstico menos favorable (3). No obstante, la dosis estándar de 1 mg —heredada de modelos animales muy distintos de la práctica humana— se mantuvo prácticamente inalterada.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Reanimación en Situaciones Especiales Latinoamérica (REASEL) para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.